Los árabes musulmanes, alentados por la idea
de la "guerra santa", iniciaron en el siglo VII una fulgurante
expansión por el Oriente Medio y el norte de África, llegando hasta las costas
del océano Atlántico.
Aprovechando la crisis interna del reino
visigodo, envuelto en una de sus constantes luchas internas por el poder
monárquico, cruzaron el estrecho de Gibraltar en el año 711 iniciando la
conquista de la península ibérica.
Los musulmanes derrotaron en la batalla
de Guadalete (711) al último rey visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el
combate. Animados por aquel éxito, los invasores decidieron proseguir el avance
por las tierras hispanas. En apenas tres años, los musulmanes lograron
conquistar la mayor parte de las tierras hispánicas sin encontrar apenas
resistencia.
El
Emirato (756-929)
Tras la invasión musulmana, la mayor
parte de la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato
islámico (imperio musulmán), Al-Ándalus. Al frente de este territorio se colocó
a un Emir o gobernador que actuaba como delegado del Califa musulmán, por
entonces perteneciente a la dinastía Omeya, con capital en ciudad de Damasco.
Los musulmanes realizaron algunas
incursiones por el norte de la Península, pero fueron derrotados por los
astures en Covadonga (722). También penetraron en suelo franco, donde ocuparon
ciudades como Narbona, pero sufrieron un duro golpe ante el ejército de los
francos en las proximidades de Poitiers (732). Esta batalla supuso el fin de la
expansión árabe musulmana en Europa.
A mediados del siglo VIII tuvo lugar un
hecho clave. La dinastía Omeya fue víctima de la revolución Abasí, familia que
se adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró escapar,
refugiándose en Al-Ándalus, donde, gracias a los apoyos que encontró, se
proclamó emir. Se trataba de Abd-al-Rahman I (756-788), con quien comenzaba en
Al-Ándalus el período conocido como emirato independiente, debido a que acabó
con la dependencia política de los califas abasíes, que habían establecido su
sede en la ciudad de Bagdad. Al-Ándalus siguió reconociendo al Califa Abasí
como líder espiritual del mundo musulmán.
Abd-al-Rahman I fijó su capital en la
ciudad de Córdoba e inició la tarea de construcción de un estado independiente
en Al Ándalus. Para ello necesitaba fundamentalmente tres cosas: un ejército,
unos ingresos económicos, y sofocar las posibles revueltas de sus enemigos. El
desafío al poder central de Córdoba fue una constante en las grandes familias
nobles musulmanas asentadas en las diversas regiones de Al-Ándalus. (http://www.historiasiglo20.org/HE/2a.htm)
La
España árabe - Al-Andalus
Al-Ándalus, la España musulmana, no fue
al principio independiente, sino una provincia que pertenecía al Califato
oriental. Los nuevos dominadores fijaron su centro político en Córdoba, sede
del emir que gobernaba bajo la jurisdicción del califa. En 756, el Califato de
Córdoba fue proclamado soberano e independiente, y a partir de esta fecha hasta
961, bajo los califas cordobeses Abderramán II y Abderramán III, Al-Ándalus
conoció un período de máxima prosperidad e intenso florecimiento cultural y
espiritual, Córdoba convirtiéndose en la capital de la cultura europea, con sus
famosas bibliotecas, sus palacios suntuosos, sus magníficas mezquitas (la
mezquita es el edificio capital de la arquitectura árabe dedicado al culto
religioso). Después de esta época de esplendor y grandeza, el Califato es
abolido a principios del siglo IX y la España árabe desaparece como unidad
política dividiéndose entre las principales ciudades, en pequeños reinos
desunidos llamados taifas. A pesar de sus debilidades, los reinos de taifa
alcanzaron verdaderas cimas en su desarrollo cultural, especialmente en
literatura, artes y ciencias, hasta la caída de Granada, el último reino árabe
de España, en 1492. La aportación de la civilización y cultura árabes es
altamente significativa y se manifestó en todos los campos de la vida española:
la organización administrativa y jurídica, la economía, las artes y ciencias.
Este insigne florecimiento cultural reposaba sobre una sólida base de
prosperidad económica y comercial. En la agricultura, introdujeron nuevos
cultivos (algodón, caña de azúcar, azafrán) y nuevas prácticas hortícolas, y mejoraron
y ampliaron el sistema de canalizaciones de aguas de riego, obra de los
romanos. Fomentaron también la ganadería, la minería, crearon o desarrollaron
nuevas industrias: de tejidos de lana y seda, vidrio, cuero estampado (es
célebre el fabricado en Córdoba), la cerámica, la orfebrería etc. Importantes
descubrimientos y adelantos en varias ramas del saber - filosofía, historia,
astronomía, literatura, matemáticas, medicina, botánica etc. - se deben
igualmente a los árabes, que transmitieron a España y al mundo occidental la
rica filosofía y cultura de la antigüedad griega, iniciando el renacimiento de
la civilización clásica, oscurecida después de la destrucción del Imperio
Romano. Córdoba, el gran centro cultural ya citado, donde se fundían el clasicismo
y el orientalismo, así como Granada, destacaban también en la opulencia, el
lujo y la belleza de sus construcciones, en el refinamiento de sus elementos de
decoración. Ejemplos notables son: la gran Mezquita de Córdoba, construida
entre los siglos VIII y X, los palacios de Medina Azahara (Córdoba) y la
célebre Alhambra (Granada), que presentaremos más adelante en el capítulo
dedicado al arte hispanomusulmán.
En literatura, de la simbiosis cultural
entre el mundo oriental y occidental surgieron las formas literarias llamadas
moaxajas, composiciones que unían cancioncillas en la lengua romance, llamadas
jarchas, a la poesía en árabe clásico.
En conclusión, la España árabe, llena de
vida y originalidad, se caracteriza por su riqueza material y espiritual, por
una intensa y espléndida actividad creadora, que prepara las grandes
realizaciones de la España futura.
Cabe señalar además que numerosos logros
económicos, comerciales, científicos, espirituales y artísticos se
transmitieron mediante la España mora a la Europa cristiana, en cultura por
ejemplo filtrándose hacia la filosofía escolástica, hacia el arte románico,
hacia la poesía lírica de los trovadores. (Referencia: http://www.scritub.com/limba/spaniola/LA-INVASIN-MUSULMANA-LA-ESPAA-91444.php
)
Califato de Córdoba
Uno de los mayores logros políticos de
la España árabe fue la creación del Califato de Córdoba por Abderramán I en el
año 756, poniendo en entredicho la hegemonía del califa de Damasco en el mundo
musulmán. Esta fundación de un nuevo califato convirtió a Córdoba en la ciudad
más importante de occidente, compitiendo con Constantinopla o Damasco. Su
legado permanece hasta hoy, con importantes huellas del arte islámico, como el
Alcázar de Córdoba o la Mezquita. De este pasado glorioso todavía resuenan
nombres, como el de Abderramán III o Almanzor. El Califato sucumbió en el año
1031, lo que supuso la ruptura de su sistema político y la aparición de los
Reinos de Taifas, que produjeron el paulatino debilitamiento de la sociedad de
Al-Ándalus.
El Califato de Córdoba entró en crisis
con la muerte de Hisham II y la guerra civil entre sus herederos y los de su
primer ministro Almanzor. Esta guerra civil, conocida como fitna, supuso la
decadencia del califato, que terminaría en el año 1031. Esto implicó la
fragmentación del califato y dio como resultado los Reinos de Taifas. (http://www.donquijote.org/cultura/espana/historia/el-califato-de-cordoba9
)
Reinos
de Taifas
La muerte de Almanzor en 1002, tras
sufrir una derrota en Calatañazor, abrió en al-Ándalus una larga etapa de
fragmentación y disputa (fitna). En menos de treinta años nueve califas se
sucedieron en el trono, finalmente el califato de Córdoba terminó por
desaparecer en el año 1031. En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos,
llamados de taifas expresión que significa “banderías”.
De forma paulatina las taifas o
banderías de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia,
Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza fueron
independizándose del poder central de Córdoba.
En un principio el Califato se fragmentó
en veintisiete reinos de taifas. Los más débiles fueron desapareciendo y fueron
anexionados por los más poderosos.
Estos pequeños reinos, mucho más débiles
que el Califato, se mostraron sumisos hacia los dirigentes cristianos, a los
que entregaban unos tributos llamados parias. Mientras tanto, el avance de la
reconquista cristiana culminó con la conquista de Toledo en el 1085.
Una vez rota su unidad, al-Ándalus
estuvo a merced de los cristianos del norte, que procedieron a la ocupación
paulatina de los territorios que habían estado bajo el poder musulmán. No
obstante, ese proceso no fue lineal, pues hubo momentos de corta duración en
los que la unidad andalusí pudo reconstruirse.
En esos casos, el impulso vino del norte
de África, con las invasiones de los almorávides y los almohades. Pero, a
partir de la derrota de estos últimos en las Navas de Tolosa (1212), el avance
cristiano fue imparable y la España musulmana acabó reducida al pequeño reino
de Granada.
El
arte musulmán de los reinos de Taifas
A pesar de los disturbios políticos del
siglo XI en España, el arte musulmán no se agotó con la caída del Califato.
El arte musulmán se fraccionó y penetró
en el resto de Al-Ándalus. Este siglo, el de los pequeños reinos independientes
llamados taifas, va a estar marcado por la construcción de murallas alrededor
de las ciudades, normalmente a base de barro apisonado. Estas murallas se
construyen con motivo de los roces continuos con sus vecinos donde la movilidad
de las fronteras es constante.
Aljafería de Zaragoza
El palacio de la Aljafería de Zaragoza
no es sólo la indiscutible obra cumbre conservada del arte de las Taifas, sino
también una de las mejores de todo el arte islámico en España gracias a los
elementos conservados y/o restaurados.
La Aljafería fue construida por el rey
de la poderosa taifa de Zaragoza Abuchafar Ahmed Almoctadirbiba (1047-1081)
denominado originalmente "Casa de Regocijo". Tras la reconquista
aragonesa paso a palacio real cristiano siendo acometidas diferentes obras
alteradoras hasta llegar a nuestros días en que se ha cuidado la restauración y
reconstrucción de algunas partes.
Exteriormente tiene aspecto de castillo
amurallado o fortaleza, presentando un recinto casi cuadrado con 16 torres
cilíndricas y una cuadrada, la del homenaje, que se alza en el costado
septentrional de la fortaleza.
En su interior y desplazándonos hacia el
sur a partir de la citada torres hay tres salas palaciegas, la de la Chimenea,
la del entrada al Oratorio y la sala de los Mármoles. Inmediatamente más al sur
se abría el gran patio rectangular.
Bañuelos de Granada
De los baños árabes de España
probablemente el mejor conservado es el Bañuelo de Granada, también llamado del
Darro.
Es del siglo XI y dispone de una serie
de estancias abovedadas con claraboyas o óculos estrellados u octogonales. Tras
el vestuario se disponen el frigidarium, tepidarium y caldarium.
Frigidario y caldario son similares de
planta rectangular y con atajos de arcos de herradura en sus extremos.
Alcazaba de Almería
Alcazaba de Almería Del siglo XI data lo
más antiguo de las alcazabas de Málaga, Almería y Granada.
Además de los recios muros y torreones
que se ciñen a las irregularidades del terreno, es necesario destacar varias
cámaras con a las que se accede por puertas de herradura. (http://www.arteguias.com/taifas.htm
)
Los imperios norteafricanos
La debilidad del Al-Ándalus fragmentado
en los reinos de Taifas permitió a los reinos cristianos del norte tomar la
iniciativa militar en la península. Esta superioridad cristiana se vio dos
veces interrumpida por la irrupción en Al-Ándalus de dos invasiones
norteafricanas que consiguieron de forma efímera recuperar la unidad de la
España musulmana.
La pérdida de Toledo en el año 1085 fue
un duro golpe para los musulmanes de Al Ándalus. La reacción fue llamar en su
ayuda al poder que se había hecho fuerte al otro lado del estrecho de
Gibraltar: el imperio almorávide.
En el año 1086 llegaron los almorávides,
agrupación de tribus beréberes dedicadas a la ganadería, que poco antes habían
creado un imperio en el norte de África.
Caracterizados
por el rigor religioso, los almorávides acabaron con los taifas, unificaron el
poder político en al-Ándalus y lograron contener el avance de los cristianos
hacia el sur. Sus éxitos militares más importantes fueron las batallas de
Sagrajas (1086) y de Uclés (1108).
El poder almorávide fue efímero. A
mediados del siglo XII la unidad de Al-Ándalus se vino abajo y la fragmentación
política trajo los conocidos como Segundos Reinos de Taifas.
Más tarde llegaron a la Península
Ibérica los almohades, que habían constituido unos años antes en el Magreb un
nuevo imperio, también formado por beréberes.
Los almohades no solo unificaron
nuevamente al-Ándalus, sino que hicieron frente a los cristianos logrando
algunos éxitos notables, como el obtenido en Alarcos (1195) contra Alfonso VIII
de Castilla. También en este período se construyeron algunos edificios
emblemáticos de la España musulmana como la Giralda de Sevilla.
Sin embargo, el intento almohade de
reunificación de Al-Ándalus también fracasó. El momento clave fue la aplastante
derrota sufrida ante los cristianos en las Navas de Tolosa (1212). El
hundimiento del imperio almohade llevó de nuevo a la fitna. Las nuevas taifas
no pudieron resistir el avance cristiano que resultó prácticamente
incontenible. La España musulmana quedó reducida al reino nazarí de Granada.
(Referencia: http://www.historiasiglo20.org/HE/2b.htm)
La dinastía Omeya
Los Omeyas fueron una dinastía de
califas del Imperio Árabe, cuya estancia en el poder se alargó entre los años
661 y 750. A la familia omeya pertenecieron catorce califas, de reinados
breves, normalmente porque llegaban ancianos a la máxima dignidad en el mundo
islámico, a la que le correspondía tanto el poder político y militar como el
religioso. Ellos fueron: Muawiyyah (661-680), Yazid (680-683), Muawiyyah II
(683-684), Marwan Ibn al Hakam (684-685), Abd al Malik (685-705), Walid
(705-715), Sulayman (715-717), Omar II (717-720), Yazid II (720-724), Hisam
(724-743), Walid II (743-744), Yazid III (744), Ibrahim Ibn al Wahid (744) y
Marwan II (744-750).
La familia Omeya pertenecía a la tribu
quraisí, que en tiempos preislámicos había gobernado la Meca, y que combatió al
Profeta forzándole al exilio en Medina (622 d. C.). El califa Utmán, de los
Omeyas, fue asesinado en 656 por los partidarios de Alí, que se convirtió
entonces en califa, pero el gobernador de Siria, Muawiyyah, de la familia
omeya, se levantó contra él, acusándolo del asesinato de su pariente, y lo
derrotó en la batalla de Siffin, en 657. Huido Alí a Iraq, Muawiyyah se
encontró como árbitro de la nueva situación y se proclamó califa en Damasco,
trasladando la administración del Imperio a esa ciudad siria.
Califato abasí
El Califato Abasí, fue la segunda
dinastía de califas (750-1258).
La dinastía abasí fue fundada por
Abu-l-´Abbas al-Safar, que se proclamó califa y organizo una tenaz persecución
de los omeyas. Su sucesor fue al-Mansur, quien trasladó la capital omeya a
Bagdad.
Los Abasíes son más unos líderes
religiosos, imanes, que gobernantes. Los califas abasíes dejarán el gobierno en
manos de sus visires. Esta dejadez del gobierno provocó el desprestigio del
califato y favoreció que aparecieran otros califas, como el fatimí en el norte
de África (909), o el omeya de al-Ándalus (929). De todas formas, la unidad ya
se había roto con la instauración, en el 756, de un emirato omeya en Córdoba.
Al-Safá (750-754) se dedicó, sobre todo,
a perseguir a los fieles a los Omeyas, apartándoles del gobierno de las
provincias. Al-Mansur (754-775) le sucedió en el califato. Se enfrentó a los
chiíes y los jariyíes, que consideraban que se les había apartado del poder, e
iniciaron una revuelta en el 755. Los jariyíes se establecieron en El Cairo en
el 758, creando un territorio autónomo. Pero en el 760 fueron derrotados por
las tropas califales. No obstante, fundaron un emirato en Tahert, en África. En
el 762 al-Mansur funda Bagdad (la ciudad de la paz) y traslada allí la capital
del califato. Durante la época abasí es la familia Barmakí la que controla el
visirato, hasta su caída en desgracia en el 803.
A la muerte de al-Mansur se abre un
periodo de luchas por el califato que llegan a la anarquía total entre el 809 y
el 813. Ese año logra imponerse como califa al-Mamún (813-833) que inició una
época de esplendor intelectual. El siguiente califa es al-Mutasim (833-842) que
no pudo mantener el califato en Damasco y se trasladó a Samarra, en el 835.
Harto de las intrigas de su guardia personal, la sustituyó por mercenarios
extranjeros, bereberes y turcos. Los mercenarios trucos acabaron dominado al
califa, y a la institución califal, quitando y poniendo califas a su antojo.
Puede considerarse como último califa abasí a al-Mutauakil (847-861). Después
de él los califas apenas tienen autoridad, y son más que nada una ficción. En
1258 la invasión mongola obliga al califa a refugiarse en El Cairo. En 1299
Osmán I se hace con el poder y funda la dinastía de los Otomanos que acabarán
por conquistar Bizancio, en 1453. El imperio musulmán comienza a perder
territorios y los califas no tienen ningún poder. No obstante, la ficción se
mantendrá hasta 1517, cuando los Otomanos legalicen su poder.
La época de máximo esplendor
correspondió al reinado de Harún al-Rashid (786-809). Entonces comenzó la
decadencia política que se acentuaría con sus sucesores. El último califa
al-Musta´sim fue asesinado en 1258 por los mongoles, que habían conquistado
Bagdad. Sin embargo un miembro de la dinastía pudo huir a Egipto y mantuvo el
poder bajo el control de los mamelucos. Esta última rama de la dinastía se
mantuvo hasta 1517 cuando los turcos otomanos conquistaron Siria y Egipto.
Reino de Castilla.
Fue uno de los reinos medievales de la
Península Ibérica que existió entre los años 1065 y 1230. Surge como entidad
política autónoma en el siglo IX siendo condado vasallo del Reino de León. Su
nombre se debió a la gran cantidad de castillos que se encontraban en la zona.
Esta tierra estaba habitada
mayoritariamente por habitantes de origen cántabro y vasco con un dialecto
romance propio, el castellano y unas leyes diferenciadas. En el año 929, el
condado de Castilla se independizó de León con el conde Fernán González.
Unificación de los dos reinos de
Castilla y Aragón
En 1469, se casan en secreto Isabel y
Fernando, príncipe heredero de Aragón. Este enlace, conlleva la unión de los
reinos de Castilla y Aragón en 1479, aunque no es totalmente efectiva hasta el
reinado de su nieto, Carlos I.
Entre 1474, año de la muerte de Enrique
IV, y 1479 surge una guerra civil por la sucesión entre partidarios de Isabel y
partidarios de Juana la Beltraneja, hermanastra e hija legítima de Enrique IV,
respectivamente.
El reino siguió expandiéndose con la
toma de Granada, la incorporación de las Islas Canarias a la Corona y las
nuevas tierras descubiertas por Cristóbal Colón, América.
En 1494, firmó el Tratado de Tordesillas
con Portugal, en el que se dividían las áreas de influencia en el mundo: al
oeste del Cabo Bojador para Castilla, al este para Portugal.
Aceifas
En la Península Ibérica, las razias
musulmanas recibieron el nombre de Aceifas, del árabe al-ṣayfa:
"Expedición bélica sarracena (arameo šarqqiyyīn, pl. de šarq:
"oriental" - que en latín se adoptó como Sarracēni: "Natural de
la Arabia Feliz, (u oriundo de ella)" que se hace en verano.
El nombre viene a su vez del árabe ṣā'ifah,
que inicialmente significaba "cosecha", pero que a lo largo del
tiempo se utilizó como "expedición militar", debido a la
"cosecha" de bienes en los saqueos, y a que también solía realizarse
en verano.
Las primeras razias importantes contra
territorio cristiano peninsular comenzaron tras la derrota de Bermudo I por el
andalusí Hisham I en la batalla de Burbia (791), llegando a saquear la ciudad
de Oviedo en el 794.
Las aceifas moras se vieron
interrumpidas con el ascenso al trono astur de Alfonso II el Casto y la
victoria cristiana en la batalla de Lutos, dando inicio en respuesta a una serie
de razias cristianas, como la efectuada en 798 contra Lisboa.
Las luchas internas en el emirato de
Córdoba interrumpieron las incursiones, al menos de forma intensiva, hasta el
ascenso al trono de Abderramán II. Tras acabar con las pretensiones de su tío
Abdalá al trono y sofocar una revuelta en Murcia, organizó aceifas anuales
contra los cristianos (en su mayor intensidad llegaron a organizarse hasta tres
el mismo año). La mayoría se dirigió contra Álava y, especialmente, Galicia,
que era la región del Reino de Asturias más vulnerable. Pese a ello, no
faltaron tampoco los ataques contra Ausona (Vich), Barcelona, Gerona e incluso
Narbona en las expediciones de los años 828, 840 y 850.
En el derecho malikí existía un precepto
sobre cómo se había de realizar la guerra santa: La guerra santa debe
efectuarse cada año, con una fuerza militar suficiente, hacia el lado más
expuesto. Es un deber de solidaridad (unos contribuyendo con sus personas,
otros con sus bienes) que se impone a todo varón de condición libre, púber y
válido, incluso bajo la dirección de un jefe inicuo. Fueros de la familia
Cuenca-Teruel
Dicho precepto fue cumplido con celo por
Almanzor. En el año 981, en que Hisham II delega sus poderes en el caudillo,
que es nombrado al-Mansür bi-llah ("El Victorioso de Dios"), organiza
hasta cinco expediciones en tierras cristianas.
A su muerte, tras la batalla de
Calatañazor (1002), Almanzor dejó un legado terrible: hasta 52 campañas
militares victoriosas a los reinos cristianos, de las cuales las más conocidas
son las aceifas organizadas a Barcelona (985) y Santiago de Compostela (997),
donde según la leyenda hizo cargar a esclavos cristianos con las campanas de la
catedral hasta Córdoba. Pero tampoco se vieron libres un gran número de
monasterios cristianos como el de San Millán, ciudades portuguesas, o las
capitales de los reinos cristianos de Pamplona y León, que llegó a saquear
hasta cuatro veces.
Durante la dominación almorávide y
almohade las aceifas se dirigieron tanto a territorio cristiano como a territorio
musulmán. Los almorávides incursionaron todo el norte de África llegando hasta
Ghana. El fanatismo de estos nuevos invasores provocó que algunos reyezuelos de
taifas se aliaran con los reyes cristianos del norte, convirtiéndose también en
objetivos de las aceifas veraniegas.
Las últimas aceifas importantes en
territorio peninsular se producirían poco después de la batalla de Alarcos, en
1198 a Madrid y en 1199 a Guadalajara. La batalla de las Navas de Tolosa (1212)
arruinaría definitivamente el poder militar almohade. Al-Ándalus no volvería a
pasar a la ofensiva. (Referencia: https://www.wikanda.es/wiki/Aceifa)
Reino
Nazarí en Granada
La dinastía Nazarí o Nasrí (posible
epónimo del nombre Nasr) fue la última dinastía musulmana que dominó el Reino
de Granada desde 1238 hasta el 2 de enero de 1492. Su caída supuso el final de
al-Ándalus. Fué fundada por Muhammad b. Yusuf b. Nasr, pero distinguió más con
el nombre de Muhammad I o Ibn al Ahmar “Hijo del Rojo”, e hizo de este color su
emblema y vestimenta, y dio lugar al nombre de la alcazaba que escogió como
residencia en Granada, “La Roja”, ” al Hamra”, “La Alhambra”.
Emirato de Granada fue un estado
islámico de la Edad Media situado en el sur de la península Ibérica y en Ceuta,
con capital en la ciudad de Granada, comprendía parte de las provincias
actuales de Jaén, Murcia y Cádiz, y la totalidad de Almería, Málaga y Granada,
pero fue reduciéndose hasta que en el siglo XV abarcaba aproximadamente las
provincias actuales de Granada, Almería y Málaga. El reino estaba dividido en
circunscripciones territoriales y administrativas, denominadas tahas o coras. A
la frontera entre el reino de Granada y los territorios de la Corona de
Castilla se le denominaba la Banda Morisca, de ahí que muchos pueblos de
Andalucía Occidental se llamen “de la Frontera [con Granada]“.
La capital nazarí, Granada, se convirtió
en los siglos XIV y XV en una de las ciudades más prósperas de una Europa
devastada por la crisis del siglo XIV. Era un centro comercial y cultural de
primer orden que llegó a contar con unos 165.000 habitantes y del que se
conservan importantísimos conjuntos urbanísticos como la Alhambra y el Generalife.
En el Albaicín vivían los artesanos y el resto de la población ocupó la parte
llana hacia el sur, con grandes industrias, aduanas y la madrasa (المدرسة). Hoy
en día quedan numerosos vestigios como la Alcaicería, el Corral del Carbón o el
trazado de las calles hasta la antigua puerta de Bibarrambla.
Esta dinastía tuvo un total de 20
sultanes o emires granadinos. El último de ellos, Boabdil, conocido como “el
Rey Chico”, que el 2 de enero de 1492,
se vio obligado a capitular, debido a las continuas luchas internas por el
poder y por el asedio incesante de las tropas cristianas, acampadas en las
inmediaciones de Granada y encabezadas por los Reyes Católicos. Este hecho,
puso fin a más de 250 años de reinado nazarí.
Durante el reinado de esta dinastía se
edificó el palacio de la Alhambra, considerado el máximo exponente del arte
nazarí y una de las joyas del arte musulmán de todos los tiempos.
DESAPARICIÓN DEL EMIRATO NAZARÍ
Es importante saber cómo se cumplieron
las capitulaciones: Para el musulmán vencido se abrían dos caminos: emigrar o
permanecer. Para irse hubieron muchas facilidades de transporte hacia África;
para quien decidió quedarse, podía establecerse en cualquier otro lugar de
Castilla, pero su situación de oprimido se hacía muy patente y no les dejaba
muchas ganas de vivir en otro sitio que no fuera su país de origen. Entre
vencedores y vencidos hubo, especialmente durante aquellos primeros años, un
verdadero abismo cultural e ideológico.
La desaparición legal de Granada como
sociedad islámica ocurrió entre 1499 y 1501. Los acontecimientos que acaecieron
estos años son absolutamente originales en sus motivaciones, alcance y
generalidad. Los mudéjares no recibieron garantías suficientes que aseguraran
su vida dentro del Islam como hasta entonces, por lo que viéndose amenazados se
dio una conversión en masa de los moros de los arrabales y la Vega granadina.
Los alpujarreños, por otro lado, se alzaron en armas en 1500, a lo que
sucedieron más alzamientos en Níjar y Velefique, en las serranías de Ronda y
Villaluenga. Para julio de ese mismo año, los Reyes Católicos habían pacificado
las sublevaciones granadinas, y prohibieron a todos los musulmanes su estancia
en el país, para no estorbar el adoctrinamiento de los cristianos nuevos o
moriscos; así pues, destruyeron todos los libros islámicos y forzaron las
conversiones.
En la repoblación cristiana, la Corona
tuvo el control sobre las casas y tierras, se podían comprar las tierras y se
hizo un reparto reglamentado de éstas en todos los lugares donde la población
musulmana hubo de salir a tenor de las cláusulas de las capitulaciones. Por
último debe tenerse en cuenta la alteración que la conquista y sus
consecuencias introdujeron en el sistema económico del país. Hubo un gigantesco
trasvase de bienes acompañado de la sustitución parcial de la mentalidad y unas
técnicas del que hacer productivo, por otras. En el ámbito agrario lo musulmán
y lo castellano coexistieron durante años.
La
Difusión del Islam
La rápida difusión de la religión
islámica que tuvo lugar durante los siglos VII y VIII a través de la conversión
y la conquista militar fue un fenómeno sin precedentes en el cual una religión
naciente se expandía de forma vertiginosa en tan solo un siglo. Mahoma,
fundador y profeta del islam, comenzó a predicar sus revelaciones en La Meca
hacia el 612. Veinticinco años después, sus seguidores, a los que se llamó
musulmanes, habían alcanzado el control de toda la península Arábiga; de este
modo, el islam se convirtió en la tercera gran religión monoteísta, tras el
judaísmo y el cristianismo.
Hacia el 650, se había constituido un
Estado islámico que abarcaba Arabia, el Creciente Fértil (en esencia, la región
de Mesopotamia, es decir, los actuales Irak, Irán y Siria), así como el
territorio que hoy ocupan Líbano, Palestina (Israel, Cisjordania, Gaza y
Jordania) y Egipto. A principios del siglo VIII, el islam dominaba una amplia
área que se extendía desde las regiones periféricas de China y la India, por el
este, hasta el norte de África y casi toda la península Ibérica, por el oeste.
La notable rapidez de la difusión de
esta religión debe atribuirse al uso de la fuerza militar. Mahoma atrajo al
islam a los pueblos árabes de la península Arábiga gracias a la firmeza de su
carácter, a la promesa de una salvación eterna para aquellos que perecieran
luchando por este credo y a los bienes materiales que conseguirían quienes
triunfaran en la conquista. Los ataques aislados de las primeras etapas de esta
expansión no tardaron en convertirse en auténticas guerras a gran escala, en
las que imperios y naciones se rendían al poder de este nuevo fenómeno religioso,
militar, político, económico y social.( Referencia:
Bibliografías: