Una
mañana como cualquier otra, en el
colegio decidieron cambiarnos de paralelo. Estar con nuevos compañeros no era
de mi agrado, pero no quedaba otra opción. Los días pasaron y entable una
amistad con una compañera de mi curso, se convirtió en mi confidente. Queríamos
salir y divertirnos, como cualquier chica de nuestra edad. Pero mi mamá que es
una persona muy seria siempre me negaba el permiso, decía que mejor me ponga a
estudiar y cosas así.
Mi
mamá es de las que no les gustan las personas con un estilo de vida distinto al
nuestro. Mi amiga era diferente a mí, tenía una vida desordenada, un poco
desaseada pero eso no me importaba pues lo que yo valoraba era su forma de ser
conmigo. Mi mamá se opuso totalmente a nuestra amistad, pero ella era como mi
hermana, la hermana que no tuve. Quiso alejarme de ella pero todo fue en vano.
Soy
de aquellas personas que valora a los demás por sus sentimientos, que no me
interesa su nivel social o su físico sino su calidad de persona, que a veces
quien menos se espera es el que está contigo en las buenas, en las malas y en
las peores dándote apoyo, alegrándote el día y cuidando de ti, cuando los demás
te ignoran. Cosas como esas son las que se recuerdan siempre y se las lleva en
la mente y en el corazón.
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